Accedió al trono poco antes del estallido de la Revolución francesa, y su falta de carácter hizo que delegase el gobierno de su reinado en manos de su esposa María Luisa de Parma y de su valido, Manuel Godoy, de quien se decía que era amante de la Reina, circunstancia aceptada como cierta por historiadores como Balansó o Zavala[1] y negada por otros.[2] Estos acontecimientos frustraron las expectativas con las que inició su reinado. A la muerte de Carlos III, el empeoramiento de la economía y el desbarajuste de la administración revelan los límites del reformismo, al tanto que la Revolución francesa pone encima de la mesa una alternativa al Antiguo Régimen.
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